Entre cabezada y cabezada, oigo
el chirriar de las vías. Apenas me da tiempo a visualizarla. El suficiente para
degustar esos shorts inexistentes. Lastima que los vicios no me dejen
reaccionar. La noche esta agonizando, y con ella todos los despropósitos vividos
hasta el momento. Parece mentira que hace media hora mi único anhelo fuese volver a visitar la sala de las zorras, y que
ahora me encuentre moribundo con un punky luchando por sobrevivir a mi vera.
Aquella sala pertenecía a una
discoteca, mejor dicho, a un laberinto. Me movía por ella como cegado por la
atracción sexual proveniente de hermosas parejas lesbicas, como atraído por
todo el cristal que pudiese desear. Sin embargo, jamás encontré la santa
tarima, aquella en la que los voyeurs dejaban de serlo para sentir el delicioso
placer de la carne humana.
Volaba por el local como subido
en una avioneta que nunca existió, agradecido del vodka con whisky, de aquella
majestuosa jugada que acabo en gol. Lastima tirara al traste unas cuantas
ilusiones durante la noche, y no nos dejaran subir a la zona vip. Mi único
consuelo seria compartir acrobacias con los primos de Tony Hawk. Parecieron
salir de una boca de metro. Un underground cosmopolita con estribillo
preconstitucional. Un subterráneo en el que viejas, cachondas y mujeres de
dudosa ética compartían botellón con lo mas parecido a un varón español que jamás
conocerán.
Un poco de hielo seria suficiente
para apaciguar nuestra sed. No debió pensar lo mismo el Mesías cuando encaro su
destino. Ni los poderosos intentos fatos por secar la calle con lo primero que pillase
pudieron dar al traste con su sed de triunfo. Durante la tarde la comunicación fue
algo dificultosa. Al encontrarnos rodeados de extranjeros, nos vimos obligados
a declarar nuestra autodeterminación, nuestra independencia real de toda la
basura que nos rodeaba. Y esto último con patxaran se hace mejor. Con 91 euros de
patxaran mucho mejor. Con 91 euros de patxaran y orujo todavía mejor. Con 91
euros de patxaran, orujo y leche de pantera borracha incluso mejor. Y el culmen
es hacerlo con 91 euros de patxaran,
orujos, leche de pantera borracha y 317 visitas al comunio bundesliga.
Habiendo visitado ya el corral de
nuestras sensaciones, fue mucho mas hermoso visitar la gran catedral del mar,
sita entre artilugio pakistaní y tienda china en el barrio gótico. El ring del
microondas marcaba la hora de comer/merendar. Pollo seria nuestro sustento.
Menos mal que la abundante cebada consumida llenaba nuestros estómagos, preparados
incluso para subir el Monrepós. Preparados incluso para plantar cara a una policía
local totalmente incompetente. Capaz de perseguir el top manta, e incapaz de
comprender el devenir circulatorio de un autobús.
Tocaba volver a la realidad, y tras
una noche en compañía de una dama algo mas rellena de lo normal, una sensacion recorrió
mi cuerpo: Una Resaca Cualquiera en Barcelona
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Que grande coño! I love ''El Corral''
ResponderEliminarEsa Tricia!!! y viva la sal de las zorritas!!!
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