Cuando me senté en esta mesa tenía muy poco que perder y mucho que ganar. Pero ahora que lo he perdido no parece que fuera tan poco. Mi compañero de juegos me está mirando de frente, sonríe con satisfacción y con su mano, aun temblorosa, me pasa el turno para que yo ponga fin al juego.
Los pensamientos se me amontonan: ¿por qué acepté venir? ¿cómo fui capaz de ponerle precio a mi vida? Cinco disparos vacíos después parece que la ruleta ha dejado de girar y apunta fijamente hacia mí. Concretamente apunta a mi sien derecha. Me derrumbo. Pero por desgracia, siempre hay alguien dispuesto a apretar el gatillo.
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Sin rencor, el juego es el juego.
ResponderEliminarPS: También podía perder Joe.
Claro que no ha sido asi! :)